Por Rocío Gómez.
“Imagínate tener buena voluntad hacia todos, estar libre de la variación emocional que proviene de aferrarse hacia unos y rechazar a otros”. A alguien a quien amas y es muy lindo o linda contigo, es muy fácil desearle que esté bien, que sea feliz; pero a aquellas personas que te tratan mal, o que te han hecho daño, ¿podrías desearle el mismo bienestar?, ¿tener buena voluntad tanto a tí como a cualquier otra persona?
“¡Qué alegría poder estar con amor, compasión y regocijo hacia toda tu configuración!”

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¡Guauu! “Qué hermosa sensación experimento por algunos momentos cuando me quiero y acepto totalmente tal y cual soy, con mis virtudes y defectos. Sin nada que ocultar, nada que demostrar. Es maravilloso. Significa poder caminar sin ponerme ninguna máscara, segura y tranquila. Así como soy, es suficiente. ¡Que tremenda libertad!
Al encontrarte en este estado, estás desarrollando ecuanimidad y esto te lleva a no aferrarte a las partes placenteras y que te gustan de ti; así como a no rechazar o huir de lo que no te gusta. Cuando esta cualidad de aceptación y amor incondicional a uno mismo la extendemos hacia los demás, podemos incluir también a las personas que rechazamos. Éste es el amor budista. Esta virtud nos lleva al bienestar social y a la paz. Por algo, Thich Nhat Hahn decía que las personas que más hacen daño, en realidad, son las que más necesitan ser amadas; y Jesucristo nos invitaba a amar al “enemigo”.
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